domingo, 13 de diciembre de 2015

Poesía mística de Mansur Al-Hallaj



¿Qué tierra está vacía de Ti? 
¿Por qué se elevan a buscarte en el cielo?
Tú los ves mirándote en el gran día  
Pero ciegos ellos no ven. 


Te he escrito sin escribir. Es más bien a mi espíritu a quien he escrito sin escribir, porque nada separa al espíritu de su Bien Amado, ni siquiera la distancia de una carta. Y toda carta emanada de Ti, proveniente de Ti es una respuesta sin reenvío de respuesta.


Tu imagen está en mi ojo, tu invocación en mi boca, tu habitación en mi corazón. Entonces ¿dónde podrías estar ausente?


Tengo un Bien Amado que visito en las soledades, presente y ausente a las miradas .Tú no me ves escucharle con el oído para entender las palabras que Él dice, palabras sin forma ni pronunciación. Y que no se parecen a la melodía de las voces. Es como si, dirigiéndome a Él por el pensamiento, yo me dirigiera a mí mismo, presente y ausente, próximo y lejano. Las figuras de los calificativos no pueden contenerle. Él está más cerca que la conciencia para la imaginación y más oculto que los pensamientos evidentes.


Me esforcé en esperar, pero mi corazón ¿puede hacer esperar a mi corazón? Tu espíritu se mezcló con mi espíritu, en la proximidad y la distancia, pues yo soy Tú como Tú. Tú eres yo, y lo que yo quiero.


Pasiones de lo Verdadero que enteras todas nacen de lo Verdadero, pero que no pueden alcanzar la comprensión de lo más grande. Pues ¿qué es la pasión, sino una inclinación seguida de una mirada que propaga una llama entre sus conciencias? Si lo Verdadero llega a habitar la conciencia, tres estados se repiten ahí al cuidado de los clarividentes: un estado que aniquila la conciencia en la esencia de su pasión. Luego la hace presente por la pasión en estado de perplejidad. Y un estado donde todas las fuerzas de la conciencia se aúnan, volviéndose hacia una visión que aniquila a todo visionario.


Dos en mí vigilan, testigos de Su amor
y dos en mí atestiguan que Tú me ves.
En lo más profundo de mí, no hay pensamiento sino para Ti
y mi lengua no dice más que Tu amor.
Si yo quiero el oriente, Tú eres el oriente del oriente.
Y si quiero el occidente, Tú estás justo delante de mis ojos.
Si quiero un en-lo-alto, Tú eres el en-lo alto del en-lo-alto.
Y si yo quiero un en-lo-bajo, Tú eres todo espacio.
Tú eres el lugar de todo, o más bien su no lugar.
Y Tú estás, imperecedero, en el todo de todo,
en mi corazón, mi alma, mi conciencia, mi pensamiento,
la alternancia de mis respiros y el nudo de mi íntimo.


Tú moras en mi corazón y él contiene los misterios de Ti ¡Que la morada se regocije y se regocije el vecino! El no refrena ningún misterio que yo conozca salvo Tú. Mira con Tu ojo: ¿hay algún otro en la morada? Que la noche de la separación se alargue o se acorte, la esperanza y el recuerdo de Él me hacen compañía. Mi pérdida me conviene porque te conviene, oh mi Asesino. Y yo elijo lo que Tú eliges.

Nota biográfica

Abu l-Muzig al-Husayn ibn Mansur, más conocido como Al-Hallaŷ o Al-Hallaj, el "cardador". Nacido en al-Bayda (actual Irán) en el 857 de la era cristiana y muerto en Bagdad, en el 922 de la era cristiana. Místico Universal.
Se le puede considerar un verdadero "agitador de conciencias" (el cardador de los corazones), más allá quizás de su consideración como "maestro sufí" o "poeta místico islámico". Con su mensaje inicia realmente una nueva etapa en la mística islámica, siendo reconocido como maestro por personajes de la talla de Farid Udin Attar o Yalal ad-Din Rumi, que mantendrán en el tiempo su visión de unión íntima con Dios.
Tras una primera etapa en la que se introdujo en el mundo del "sufismo piadoso" que proliferaba en aquella época en la Persia recién dominada por el Islam (sus abuelo era todavía practicante de la religión persa antigua), Al-Hallaŷ inició una etapa de progresivo distanciamiento de las ideas más ortodoxas acerca de la forma de concebir la espiritualidad islámica. Es en esta época cuando inicia una serie de viajes que le habrían de llevar a la India y China, entrando en contacto con las antiquísimas tradiciones de estas culturas así como sus peregrinaciones a la Meca (que visitaría en tres ocasiones).
Inicia también sus discursos públicos, en los que desarrolla su concepción especial acerca de una espiritualidad abierta a todos y alejada de rituales e intermediarios. Sus viajes finalizan en los mercados y mezquitas de Bagdad, donde consciente del posible resultado de sus prédicas, asume la responsabilidad de difundir su mensaje, que en gran medida podría resumirse en la sentencia "Yo soy la verdad" (Ana’l-Haqq), donde pone en tela de juicio la visión ortodoxa de la concepción divina. Es por este motivo que es arrestado bajo la acusación de chii y de haber atentado contra la autoridad del califa. Condenado a muerte, es ejecutado mediante la horca, crucificado, mutilado y quemado. Curiosamente, Al-Hallaŷ, un seguidor de Isa (Jesús) y su concepción del amor, es consciente de que su muerte contiene también el mensaje redentor de la pasión.


Muerte de Mansur Al-Hallaj


Mártir de la fe según unos, charlatán, provocador, iluminado que se creía Dios, para otros. Para Masignon: uno de los más puros místicos jamás suscitados por el amor de Dios. No predica la revolución social como los demás sâfi de su tiempo, sino la hora de la contricción, el místico reino de Dios en los corazones. Acto palabra y vida están íntimamente mezclados en un testimonio de la más alta figura del sufismo.

“El Cardador” nació en Persia en 858. A los 18 años llega a Bagdad, capital del mundo árabe: artistas, poetas, filósofos, médicos. Entra como alumno de un maestro sufi. Casamiento, alumno de del maestro al-Jonayd, peregrinación a la Meca, etapa de ascetismo. Vuelta a Bagdad, ruptura con Jonayd. Los demás se rebelan contra su singularlidad. Abandona Bagdad y va a Tostar. En 899, a los 40 años vuelve a marcharse solo a una serie de viajes durante 5 años: recorre Persia Lo comparan con los cármatas, pero estos son revolucionarios de tendencia racionalista, para ellos ritos y cultos son sólo símbolos que tienden a reforzar la unidad social de un grupo, para Hallaj también son símbolos pero apuntan a la realización de la unión mística con Dios; la felicidad reside en esa unión y en la aniquilación del yo. Lo que les aproxima es el rechazo de lo formal, de lo ritual, de lo jurídico y el anuncio de un futuro advenimiento de un maestro de justicia. Toda profecía de reino futuro suscita sospecha, especialmente cuando más flexibles se muestran los predicadores indiferentes a las oposiciones de escuela. Para él cualquier denominación es insignificante comparada a lo esencial y aceptable si le es compatible. Hallaj busca por la vía mística de la fe el éxtasis transfigurador; los cármatas persiguen, por via de la insurrección popular la transformación política de la sociedad.

2 comentarios:

  1. Quedo extasiada con Mansur Al-Hallaj.
    Dicha eterna para ti, mil gracias.

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    1. Así sea para ti también.Gracias por tu bello comentario.

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