Que mi mente en paz, rodeada de tumulto,
se abra a las infinitudes cósmicas;
que mis ojos, saturados de Luz,
expandan su mirada hacia lo inmenso
y vean hermosura en todas partes;
que mis oídos escuchen,
aún en medio del caos que nos circunda,
sonidos sólo de armonía;
que mi voz se module como vehículo
del verbo supremo que crea y sana;
que en mi corazón, para siempre, florezca
la flor de la divina Presencia;
que todos mis sentidos, transformados,
únicamente perciban las fragancias,
sabores, contactos, visiones
y sones más puros y elevados;
que mis manos, impregnadas de amoroso fluir,
sean instrumentos de transmisión sublime;
que mi vientre, conectado a la tierra,
se inunde de energía renovada
que apoye mi andadura terrena;
que mis pies enraizados me lleven
sin desvío ni rodeo hacia la meta
y a cada paso plasmen
el propósito dorado del alma;
que de la tierra se alce una anhelante corriente
que ascienda y clame al cielo;
y desde él descienda el abrazo virginal
transmutando todo átomo, partícula y célula,
cada cuerpo de este ser,
comandado ya sólo por su inmortal esencia.
Elma
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