domingo, 14 de agosto de 2016

La excursión - William Wordsworth

De nuevo poesía del alma y para el alma. Hoy tiene su lugar aquí el delicado y romántico poeta en lengua inglesa William Wordsworth.A través de su palabra luminosa se nos ofrece una sentida comunión con la naturaleza, casi divinizada. Nada extaño por otra parte habiendo vivido en una de los enclaves más bellos de Gran Bretaña: la regíón de los grandes lagos en Cumbría o Cumberland





«Cuando medito a solas en el hombre,
en la naturaleza, en esta vida,
veo alzarse ante mí series de imágenes
que acompaña un resquicio de delicia 
pura, sin mezcla de tristeza. Y soy
consciente de afectuosos pensamientos
y de gratos recuerdos que sosiegan
el alma que desea sopesar 
el bien y el mal en nuestra condición. 
A estas emociones -sobrevengan 
por una circunstancia sólo externa 
o de un impulso propio del espíritu- 
quisiera dedicar copiosos versos. 
Verdad, amor, belleza o esperanza, 
miedo o nostalgia por la fe domados,
 palabras de consuelo en la tristeza, 
fuerza moral, poder del intelecto, 
alegría esparcida por el mundo, 
espíritu del hombre que mantiene 
su ascético retiro, solamente 
sujeto a la conciencia y a la ley 
suprema de aquel Ser que todo rige, 
esto canto. ¡Que encuentre mi auditorio!» 







Así rezaba el bardo en su sagrado
arrobamiento. «¡Urania, necesito
la guía de una musa, si es que hay tales
y la tierra o el alto cielo habitan!

Porque he de fatigar oscuras simas,
hollar profundidades y otros mundos 
para los que el Azul no es más que un velo. 
Ningún terror o fuerza indescriptible 
que haya cobrado jamás una forma, 
el mismo Yahvé, su trueno y sus ángeles 
canoros en los tronos del Empíreo, 
ninguno temo. Ni siquiera el Caos 
ni el más oscuro pozo del Erebo 
ni el vacío insondable que los sueños 
escrutan, me provoca este temor 
que cae sobre nosotros al volvernos 
hacia el alma del hombre, mi obsesión 
y región principal de este mi canto. 






La belleza -presencia de la tierra
que supera las más hermosas formas
que el arte haya compuesto con materias
terrenales- vigila mi trayecto,
prepara el campamento mientras ando
y me sigue de cerca. Paraísos,
Campos Elíseos que en el Atlántico
se buscaban antaño ¿por qué deben
ser sólo crónica de un mundo extinto
o una mera ficción, jamás reales?
Porque cuando el intelecto del hombre
desposa este universo de hermosura
con amor y pasión, los halla como
un hecho cotidiano cualquier día.
Antes de la hora definitiva
cantaré solitario la alegría
de este gran desposorio y, con palabras
que tan sólo refieren lo que somos,
despertaré al sensual del mortal sueño
y al vacuo y vanidoso propondré
nobles empresas, mientras mi voz canta
con qué delicadeza el alma humana
(quizá también las mismas facultades
de la especie en conjunto) se conforma
a este mundo exterior; y al mismo tiempo
-tema éste olvidado por los hombres-
cómo el mundo se adecúa al alma humana.
También he de cantar la creación
-no merece otro nombre- que esta unión
puede alcanzar: es éste mi argumento.
Con estos mis propósitos, si a veces
me vuelvo hacia otra parte -con las tribus
y pueblos de los hombres, donde abundan
recíprocas pasiones de locura,
oigo a la Humanidad cantar su angustia
en los campos, o rumio la tormenta
del dolor, refugiado ya por siempre
en la ciudad- que suenen estos versos
ante oídos benévolos y yo
no sea despreciado ni abatido.


¡Desciende, aire profético que inspiras
al alma con la voz del universo,
soñando el porvenir, y que posees
un templo en los henchidos corazones
de los grandes poetas! Vierte en mí
el don de la visión y que mi canto
brille con la virtud en su lugar,
derramando benéfica influencia
segura de sí misma y siempre a salvo
del efecto fatal que nos envían,
desde el mundo inferior, las mutaciones
que acechan a lo humano. Y si con esto
mezclo asuntos más bajos (el objeto
contemplado y la mente que contempla,
el qué y el quién, el hombre transitorio
que tuvo esa visión, el cuándo, el dónde
y cómo fue su vida) no habrá sido
en vano esta tarea. Si este tema
roza objetos más altos -¡pavoroso
Poder cuyo favor es la semilla
de la iluminación!- que mi existencia
sea imagen de un tiempo más perfecto,
maneras más sencillas, más juiciosos
deseos. Nutre mi alma en libertad 
y puros pensamientos: sea entonces 
tu amor mi guía, alivio y esperanza.





Nota biográfica




William Wordsworth (1770-1850) poeta inglés, uno de los más consumados e influyentes escritores del romanticismo inglés, su estilo y teorías renovaron la literatura poética de su país,con unos poemas cercanos a lo cotidiano, impregnados de un lirismo surgido de la contemplación de la naturaleza, con un trasfondo de universalidad, de asombro, de trascendencia, de autenticidad, que ha tenido notable influencia en poetas posteriores. Obras: Un paseo por la tarde (1793); Apuntes descriptivos (1793); Baladas líricas (1798) publicada en colaboración con Samuel T. Coleridge, es la obra que fija la poética y la ética del romanticismo inglés; Lucy (1798-99); El preludio (1805), publicada póstumamente en 1850, muchos críticos literarios la consideran su mejor obra; Poemas (1807), La excursión (1814), El conejo blanco de Rylstone (1815) y Sonetos eclesiásticos (1822). En prosa: La convención de Cindra (1809) y Descripción del paisaje y los lagos del norte de Inglaterra (1810), entre otras.

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Paisaje de la región de los lagos en el Condado de Cumbría (Gran Bretaña), donde Wordsworth vivió buena parte de su vida y que fue la mayor fuente de inspiración para su poesía.

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